lunes, 27 de febrero de 2012

PEDRO DE ZUBIAUR


PEDRO DE ZUBIAUR

La primera misión encomendada a Don Pedro, fuera el transporte de caudales a Flandes, existía la posibilidad de ser interceptado por naves de Francia, país con el que nos encontrábamos en guerra.
Los pronósticos más pesimistas se cumplieron, pues, pocos días después de salir de Bilbao, Zubiaur se encontró con una armada de 40 navíos de La Rochelle, a los que hizo frente con bravura y, ante el peligro de perder su valioso cargamento, logró zafarse y poner proa a Inglaterra, cumpliendo las instrucciones que había recibido.
En torno a 1573, Pedro de Zubiaur fue enviado a Londres por los responsables de la Casa de Contratación de Sevilla para intentar recuperar el oro capturado por Drake en el río Chagres cuando, en unión de unos 200 negros sublevados, asaltó una recua de mulas en las que era conducido, desde Panamá a Nombre de Dios, el tesoro del Perú. Esta acción tuvo una gran repercusión, por la importancia del botín.
Zubiaur era un hombre de acción y con gran inteligencia concibió la idea de llevar a cabo un espectacular golpe de mano contra los rebeldes holandeses, apoderándose del puerto de Flessinga, plaza situada en la boca norte del Westerchelde, el gran estuario en el que desemboca el Escalda, y que por lo tanto era una posición estratégica de gran importancia para colapsar el tráfico hacia Amberes.
En febrero de 1590 cuando con tres filibotes y una urca fue enviado a Inglaterra para negociar la liberación de un importante grupo de cautivos españoles, en el último momento surgieron graves problemas al ordenarle las autoridades inglesas que desembarcara algunas piezas de artillería, por entender que procedían de una de
relieves del sepulcro de Zubiaur
Las galeazas perdidas en Caláis y que, por lo tanto, les pertenecían. Las discusiones, no exentas de tensión, continuaron durante varios días, hasta que Zubiaur, con la intrepidez que le caracterizaba, reembarcó la artillería y con todos los rescatados se hizo a la mar secretamente. Cinco galeones ingleses trataron de cortarle el paso, pero hizo por ellos y, tras un intercambio de disparos, logró zafarse, llegando al puerto de La Coruña el 10 de febrero de 1590, siendo muy celebrada su hazaña.
Con 3 filibotes a dar escolta a varios navíos, es sorprendido, frente a Bayona, por 14 buques holandeses con los que trabó combate, logrando capturara siete de ellos que condujo a Ferrol.
Volvió a salir ese mismo año de 1590 para transportar armas y municiones a Flandes y, cuando regresaba a España, se encontró, a unas 40 millas de Muxía, con nueve galeones y un patache ingleses a los que se enfrentó con audacia en un combate que se prolongó a lo largo de nueve horas. Quienes han destacado su comportamiento en esta acción, en la que “llegó a pelear él sólo con su filibote, única embarcación que quedaba por haberse perdido o ido a fondo las demás”
Durante todos esos años, Zubiaur como “cabo de los filibotes de mi armada que me sirven en la costa de Bretaña” fue el encargado de mantener los suministros a las fuerzas allí destacadas, transportando caudales, refuerzos y pertrechos de todo tipo, como la cal necesaria para las fortificaciones que se levantaron en Blavet y Brest.
Que todo ello pudiera llevarse a cabo y que al mismo tiempo combatiera eficazmente en el canal, demuestra que, a pesar del fracaso de la Gran Armada, se mantuvo durante muchos años una eficaz presencia de las unidades navales españolas en esas aguas, amenazando en ocasiones a las propias costas inglesas.

Las presas efectuadas por Zubiaur fueron numerosas, a costa de pérdidas muy limitadas. La que más le dolió fue la de su almiranta, acaecida en 1592 cuando se él se encontraba en Pasajes.
La fama de Zubiaur se acrecentó durante su permanencia en Bretaña por la valentía demostrada en todas las ocasiones en las que hubo de enfrentarse a fuerzas muy superiores. Entre ellas destacó el combate mantenido, en noviembre de 1592, con cuarenta mercantes ingleses a los que quemó la capitana y capturó tres navíos, no siendo mayor el daño causado por la inesperada llegada de seis buques de guerra, de los que pudo zafarse a pesar de que “con balazos me echaron a perder el árbol mayor y llevado el estay mayor y el de gavia y todos los aparejos y velas”.
Pero, sin duda, el combate más espectacular fue el que mantuvo en abril de 1593, en aguas de Blaye, cuando acudió a socorrer a los católicos que se habían hecho con el control de la plaza y estaban siendo sometidos a un fuerte asedio. Se conserva una relación enviada al rey con todos los pormenores de lo acaecido, que tiene especial interés por haber sido redactada conforme se iban sucediendo los hechos. A través de ella, podemos conocer la prevención con la que asumió esta misión para la que había considerado más oportuno enviar cuatro pinazas y “no aventurar estas pobres barcas y esta pobre gente”, a pesar de lo cual manifestaba su voluntad de “hacer todo lo que pudiera por defender este estandarte de V.M.”.
Al llegar al puerto se encontró con seis navíos ingleses que intentaban bloquearlo y, sin vacilar, los embistió a pesar de tratarse de buques muy superiores, logrando abordar y echar a pique a la capitana y almiranta enemiga que se incendió con todos sus hombres. Zubiaur notificaba con orgullo que había capturado todas las banderas de la capitana y parte de las de la almiranta, señalando a Felipe II que “las de la capitana todas las gané peleando hasta meter a fondo, mano a mano, sólo con mi navichuelo. La del tope es blanca del Vandôme y las demás de la reina”, por lo que solicitaba la merced de “que se me den por mis armas”.

Sin embargo, el peligro no había desaparecido ya que, tras haber desembarcado el socorro, aparecieron once navíos de La Rochelle y de Broage que comenzaron a cañonearle. De nuevo les hizo frente y, a pesar del fuego que se inició en su capitana, logró destruir la del enemigo y salvar todos sus buques pero, cuando anochecía, intentaron cortarle el paso 40 navíos y dos galeotas procedentes de Burdeos. El viento cayó y la corriente hizo encallar algunos de sus barcos, mientras que otros huyeron. El peligro fue muy grande para Pedro de Zubiaur aunque, como señalaba, “fue Dios servido que el enemigo, como era de noche, no nos viese”, pudiendo retirarse con la marea alta y emprender el viaje de regreso hasta Pasajes.

Fuente blog tercios

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