(Fuente: Gaceta de Madrid)

El 28 de agosto de 1746 salieron de La Habana dos Jabeques de la Compañía de la Habana , mandados por don
Juan de Cañas a recorrer la costa del Sur de la isla y recalando sobre la de
Jamaica, a tres leguas, encontraron y apresaron una gran fragata inglesa
mercante del porte de 30 cañones de pequeño calibre, con 450 toneles de
aguardiente, otros tantos de azúcar, porción de tablones de caoba, frutos y
nueve negros esclavos. Tras poner una tripulación de presa la despacharon a La Habana mientras ambos
jabeques seguían su patrulla.
Sobre el puerto de Savaba, en la misma Jamaica, encontraron un paquebote de
guerra inglés. Se trataba del guardacostas de Jamaica con 16 cañones montados.
Los jabeques de inmediato le dieron caza y a media legua de la costa, y tras
izar las banderas, comenzaron a batirle a cañón. Esto duró unas dos horas, pero
viendo el comandante Cañas que así no le iban a poder doblegar optó por
resolver la situación al abordaje. Ya sabéis, si Mahoma no va a la
montaña…

Hubiera sido complicado rendir a los ingleses que se habían hecho fuertes ahí
abajo, pero nuevamente se pusieron los españoles a lanzar frascos de fuego por
las escotillas, lo que les acabó por decidirse a la rendición.
Había sido una escabechina. De los 136 tripulantes ingleses murieron en la
acción, o estaban mortalmente heridos, unos 100 hombres, entre ellos los
oficiales y el capitán. Los españoles tuvieron 5 muertos y 15 heridos.
Concluida la función y receloso el comandante español de ser perseguido, ya que
desde la cercana costa enemiga se hacían señales, resolvió acertadamente
retirarse a la Habana.
Antes envió a los supervivientes ingleses en la lancha del
paquebote a la costa. Supongo que el capitán Cañas comprendería que ya habían
tenido bastante como para encima hacerlos prisioneros y los dejó ir. Al mismo
tiempo, con su presa, se fueron del lugar. En el viaje aun tendrían tiempo, y
ánimos, de apresar otra fragata inglesa de 16 cañones, cargada de azúcar,
algodón y aguardiente.
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Frascos
de fuego
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Vasijas de vidrio que, llenas de pólvora de fusil, flor de azufre u otro mixto
incendiario, se arrojaban al navío enemigo durante un abordaje, habiendo
encendido previamente la mecha de que iban provistas, impregnada de azufre. Por
reglamento, los navíos llevaban en el S. XVIII dos frasqueras de a 15 frascos
de fuego cada una, cuatro las fragatas, ocho las galeotas y doce los jabeques.
Manuel Maqueda
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