UNA NACION; UN PUEBLO; UN CAUDILLO
Esta historia de hoy, no es ficción, pertenece a mi memoria, la memoria de un niño de 12 años que la vivió de forma inesperada y a la que no le di demasiada importancia hasta que tuve edad y vivencias para compararla con otras, aparentemente similares que he vivido.
Debo de avisar que no soy especialmente franquista, aunque si admiro al anterior jefe de estado, cada día mas, gracias a los personajes que pululan hoy día a cargo de la nación, que se dedican a denigrarle cuando, salvo para los tontos y convidados de este sistema, salta a la vista que no le llegan a la suela de sus zapatos.
Pero bueno, tampoco se trata aquí de hacer una disertación comparativa, me limitare a contar aquello de lo que fui testigo.
Era un día de invierno, día de colegio, serian sobre la una y pico de la tarde. Iba yo, en el coche de mi padre de vuelta a casa después de una mañana en el instituto Ramiro de Maeztu, donde cursaba estudios. El trayecto pasaba por la plaza de Diego de León y allí ocurrieron los hechos.
El día como he dicho era de lo mas normalito, estaba el semáforo en rojo y el municipal, de los de salacof blanco, seguía sin mayor atención las señales luminosas, sin embargo algo fuera de lo normal empezó a ocurrir, al ponerse el semáforo en verde el guardia mantuvo la orden de alto, los conductores pronto se impacientaron y alguno hizo sonar el claxon, la cosa no era demasiado corriente, los municipales no acostumbraban a llevar la contraria a los semáforos, al poco observamos que algunos viandantes se arrimaban al bordillo y miraban en dirección a la castellana, en aquel Madrid finales de los 60, aquello no era normal por lo que algunos conductores comenzaron a bajar de sus vehículos, fue en ese momento, al abrir mi padre la puerta del coche cuando percibimos claramente un griterío, a partir de ese momento todo transcurrió como una exhalación , los gritos se acercaban y ya se podía saber cual era el grito, sonaba de forma rítmica y decía FRANCO; FRANCO ;FRANCO . Efectivamente pasaron muy ligeros en dirección aeropuerto dos motoristas y el Rolls de Franco, fue aquello como un resorte todo el mundo, conductores, viandantes, hasta el municipal. Brazo en alto, gritábamos compulsivamente lo mismo. La cosa duro un instante y tal como se produjo se deshizo también en un instante. Nunca más en 52 años de vida he vuelto a ver algo semejante, jamás esa naturalidad e improvisación.
Digan lo que digan hoy día, los desmemoriados aquel hombre tenia al pueblo a su lado.
También es cierto que eran otros tiempos, en los que España era España, los madrileños eran los madrileños y la política de partidos no lo había emponzoñado todo. Y el caudillo era “El Caudillo” me imagino que alguno de aquellos entusiastas, hoy día hablaran jactándose de su lucha antifranquista. Ya lo dice el refrán a Rey muerto, Rey puesto
Manuel Maqueda
gracias Manolo por tu relato, esa gente que se bajo del coche al paso del Caudillo, eran españoles agradecidos....la historia se repite de otra manera, ahora los españoles abuchean a sus gobernantes...tenemos lo que nos merecemos.
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